
John Zorn lo ha hecho de nuevo. Tras publicar 21 volúmenes
en su serie “Book of Angels” dedicada a los temas del segundo libro de Masada
compuesto en 2004, sigue sorprendiéndonos con discos tan impresionantes como el
que nos ocupa hoy, “Adramelech”, volúmen 22 de la colección. Pero su genialidad
no radica en este caso en las composiciones, que no destacan sobremanera entre
las 400 piezas que se han grabado ya en el universo Masada en los últimos 20
años, sino en la elección de los músicos que van a interpretarlas y
reinventarlas. En este caso el encargado de dirigir y arreglar las 8 piezas que
componen el disco ha sido Jon Madof, conocido por muchos por ser el guitarrista
y líder de la banda Rashanim, que además las ha interpretado con su formación Zion
80, compuesta por 11 músicos. Con una imaginación envidiable, Madof y su banda
combinan la música de tradición judia con complejos ritmos latinos y africanos,
potentes secciones de viento y partes cercanas tanto al jazz como al rock,
creando una música rica, colorida, repleta de matices y detalles, y con una
intrumentación que sorprende al verla plasmada sobre el papel:
-Jon Madof:
Guitarra
-Yoshie
Fruchter: Guitarra
-Matt
Darriau: Saxo alto, Kaval, Clarinete.
-Jessica
Lurfe: Saxo barítono, Flauta
-Zach Mayer:
Saxo barítono
-Greg Wall:
Saxo tenor
-Frank
London: Trompeta
-Brian Marsella: Teclados
-Shanir Ezra Blumenkranz: Bajo
-Yuval Lion: Batería
-Marlon Sohol: Percusiones
Los aficionados al univerzo Zorniano y la escena judia de
Nueva York, reconoceréis muchos de estos nombres. Frank London formó parte de
The Klezmatics, formando después junto a Greg Wall la genial banda Hasidic New Wave, Brian
Marsella forma parte de la banda de Cyro Baptista, Banquet of the Spirits,
donde también toca Shanir Ezra Blumenkranz, que a su vez formó parte de
Rashanim junto a Madof, y también lidera el cuarteto Abraxas. Con semejantes músicos, el resultado ha sido abrumador.
El disco comienza de una forma apabullante con “Araziel”
(7’15) , con una base casi funky, repleta de percusiones, y muchos arreglos de
viento, junto a la melodía principal interpretada con guitarra, lo que nos
recuerda a Rashanim . Además podemos
escuchar un fantástico sólo de órgano setentero y otro de trompeta, apoyado por
todos los saxos. Una joya que da paso a “Sheviel” (5’49), una pieza de gran
profundidad, con un denso muro de vientos flanqueando la melodía principal, que
se desarrolla sobre una base rítmica muy rica, y con la guitarra y el teclado
como protagonistas. Continuamos con “Metatron” (9’06), cuyo principio de
guitarra, el potente riff que se repite a lo largo de la pieza, y la hipnótica
línea de bajo, acompañada de la batería y percusiones, nos traé a la memoria a
Electric Masada. Sobre toda esta impresionante estructura, y con constantes arreglos
de viento, no sólo podemos disfrutar de la melodía central, sino también de dos
de las mejores partes del disco, un primer solo de saxos y trompeta
alternándose y jugueteando sobre la base, y un segundo con las dos guitarras
intercalando diferentes pasajes. Blumenkranz no deja que nos olvidemos ni por
un segundo lo importante que es su instrumento en el disco, y en “Shamdan”
(7’17) el sonido de su bajo ocupa la habitación, acompañada de forma magistral
por unas preciosas percusiones sobre los excelentes solos, primero uno corto de
guitarra, después otro de saxo barítono, y otro más de guitarra, más duro, que
me encanta. Destacar también el trabajo de Marsella, tanto en los detalles de
piano eléctrico, como en la melodía final de órgano, con añejos arreglos de
flauta, trompeta y saxo.
El siguiente tema se titula “Kenunit” (10’52), y no puedo
encontrar ningún término literario que lo defina mejor que la expresión
coloquial “Buen Rollo”, porque es exactamente lo que provoca. Sobra una base
rítmica cercana al Dub, el órgano y los vientos interpretan durante los más de
10 minutos que dura una de las melodias más bonitas del disco, con efectos que
vuelven a recordarnos a Electric Masada, imaginativas percusiones, muchos
detalles, y sendos solos de saxo, el primero de tenor y el segundo de alto,
ambos fantásticos. Una maravilla seguida por “Caila” (4’22), una pieza corta y
directa donde pequeños solos de saxo, guitarra, trompeta, batería y percusión
van alternándose, dotando al tema de una gran dinamismo. Mucho más rockera se
muestra “Ielahiah” (6’04), sin vientos, con unas guitarras, un bajo y unas
percusiones maravillosas (participa como colaborador Mauro Refosco), y
efectivos detalles de teclado. Y para terminar, “Nehinah” (5’36), donde se
combina una primera parte misteriosa, con piano electrico y posteriormente una
bonita base de guitarra, con partes festivas repletas de vientos y percusiones.
Destacan los solos de flauta y de saxo, que son realmente bonitos.
Un gran final para uno de los discos que con el tiempo
pueden convertirse en uno de los volúmenes destacados de la serie “Book of
Angels”.
Fran Macias
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